jueves, 2 de abril de 2009

Cuando la hipocresía corrompe la teología

Cuando la hipocresía corrompe la teología

11 Pero cuando Pedro vino a Antioquia, lo reprendí cara a cara, porque era de condenar, 12 pues antes que llegaran algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que llegaron, se retraía y se apartaba porque tenía miedo de los de la circuncisión. 13 Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. 14 Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: “¿Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, por que obligas a los gentiles a judaizar?”

Gálatas 2:11-14 (RV95)

Cuando se encuentra la discriminación en aquellos que confiesan el nombre de Cristo, también está acompañado por la hipocresía. El cuento corto de Flannery O’Connor, “Revelación”, empieza con la Sra. Turpin en la sala de espera del médico, mirando condescendientemente a aquellos a su alrededor. Ella ve gente blanca pobre, gente de color y gente “fea”. En un momentáneo suspiro de alivio, agradece a Dios que Él le guarda de estas “condiciones”. Su oración es evocador de un antiguo agradecimiento judío: “Gracias a Dios que no soy gentil, esclavo, ni mujer”.

Es difícil imaginar cuan difícil fue para muchos judíos, el pueblo escogido de Dios, aceptar que en Cristo no hay ni judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer (Gá. 3:28). Aparentemente algunos falsos maestros llamados “judaizantes” lo encontraron difícil de aceptar y enseñaban que un gentil debía adoptar las costumbres del pueblo judío antes de abrazar el cristianismo. Por un tiempo, estas costumbres tenían su lugar en la historia de la salvación; fueron mandadas por Dios para apartar al pueblo judío como especial y santo. Pero estas leyes ahora ya estaban cumplidas en Cristo; la santidad no se podía encontrar en lo que uno comía, sino en Quien uno creía; como Pablo, apóstol a los gentiles, escribió, “Una persona no es justificada por obras de la ley sino a través de la fe en Jesucristo” (2:16).

Aquí, Pablo censura a Pedro por retirarse de esta verdad cristiana fundamental. Por un tiempo, Pedro vivió “como un gentil y no como un judío” (2:14). Esto es, que comió alimento no kosher con sus hermanos gentiles en Cristo - un hermoso retrato de reconciliación. Pero cuando “llegaron algunos de parte de Jacobo”, la discriminación sacó su fea cabeza. El temor de los hombres cautivó a Pedro, y se alejó de sus hermanos gentiles. Al rendirse a los judaizantes, Pedro prestó credibilidad a sus herejías y por lo tanto “forzó a los gentiles a vivir como los judíos”. La fe en Jesucristo ya no era suficiente: las obras de la ley se convirtieron en un requisito. Pablo vio correctamente que el evangelio estaba siendo opacado, y su amonestación a Pedro fue rápida y severa: “lo reprendí cara a cara, porque era de condenar”.

Si la discriminación y la hipocresía podían entrar en el ministerio del Apóstol Pedro, los creyentes hoy no deben atreverse a asumir que son impermeables a tal caída. Cuando los cristianos utilizan estándares que no son bíblicos para marginar o excluir a sus hermanos y hermanas, se unen en el pecado de la discriminación de los gálatas, y por lo tanto nublan el evangelio. Para algunas iglesias, puede ser tan sutil como un código de vestido no oficial, en el que a los hombres sin (o con) corbata no se les toma seriamente. Otros desprecian a aquellos que usan (o no usan) la Biblia Reina Valera del 60. En otras, levantar las manos en oración (o no) o valorar los cuadros de profecía (o no) rápidamente podría convertirle a uno en un intruso.

Algunos cristianos se aseguran a sí mismos con el monólogo interno –

“! Definitivamente no soy prejuicioso ¡” – aunque al mismo tiempo ayudan o confortan a aquellos que si, de hecho, practican la discriminación u otros tipos de herejías. El pecado es pecado, aún si no está directamente vinculado con su fuente aborrecible. Los pastores del rebaño de Dios deben mantenerse vigilantes no sea que la compañía que mantienen corrompa su teología y por último arruine sus ministerios.